La
piel parece trapo, y sostiene las carnes
a
duras penas, parece rasgarse con cada paso.
Su
cuello colgaba bajo su cabeza, curva
su cuerpo, pero ella avanza por las calles
y
pasa por realidades incomprensibles para ella,
camina
entredormida, pidiendo un vaso
de
vino con azúcar, sus carteras como
barras
de equilibrio, sostienen a cada paso
el
peso de su cuerpo.
Se
ha maquillado como todos los días para llegar
trasnochada
a otras calles
en
la noche pintada de rojo y negro matiza todo
con
un azul eléctrico, esta vieja loca
que
se desplaza moribunda, ebria y persistente
hacia
una calle en el fin del mundo.
Nada
tiene nombre salvo la calle donde
cava
una fosa para morir en ella.
2 comentarios:
usted le pega a la reescritura. Los últimos versos están terrible wenos.
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